Pero la puta madre… no puedo vivir sin él. Si no estoy con él, soy nada. Soy miserable, soy un pedazo de nada. No tengo amigos, no tengo nada, lo tengo a él. Siempre pienso que cuando no estemos juntos voy a estar en la soledad pura. Sola, en todo el sentido de la palabra. Con él soy feliz, con él veo todo de otro color. Pero en mi casa es otro tema, en mi casa veo lo que nadie ve de mí. Nadie me ve llorar, nadie me ve mal, y yo no quiero tampoco. Ya no me tortura pensar que hice otra vez estupidez. Es más, me dan ganas de seguirlo haciendo, de seguir lastimándome sólo para que alguien venga y me diga: - SOS UNA PELOTUDA, yo te ayudo – Ayuda, todos necesitan una mano, nadie puede caminar, la felicidad si no es compartida, no es felicidad. Estoy mal físicamente, no quiero ir a verme porque no quiero que me digan nada malo. Yo sé que es todo mental, ya lo sé, pero no quiero ir a un psiquiatra, me niego. Yo sé que algo me va a decir, yo sé que voy a tener que ir a terapia constantemente. Mi vida cambió de una esquina incomoda a la que vivía cuando era más chica, a una esquina totalmente distinta donde ya no sé que hacer para estar bien, estar cómoda conmigo misma. Antes no tenía una banda de música a la cual adorar, ahora sí. Antes no tenía un amor, ahora sí. Antes tenía verguenza, ahora también. Antes tenía amigas (y las mejores), y ahora no. Antes me sentía joven, y ahora me siento gastada, usada. No tengo ataques suicidas, no malinterpreten. NO quiero morir, quiero vivir todo lo que pueda.
Y hoy tiene una entre otras cruces en este bosque siempre cruel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario